Porqué para saber dónde estamos necesitamos conocer de dónde venimos, en este post queremos hacer un breve recorrido por la historia del automovilismo. Competición, velocidad, accidentes trágicos y mitos imborrables dibujan una leyenda que empezó a perfilarse hace ya más de un siglo y cuyo devenir es incierto. La preocupación por el medio ambiente y el cercano agotamiento del petróleo están inevitablemente revolucionando el mundo de la automoción. ¿Se mantendrá el automovilismo al margen de este cambio de paradigma?
Fue a finales del siglo XIX cuando tuvieron lugar las primeras carreras en las que los protagonistas no fueron los caballos de cuatro patas tirando de carromatos sino los de los motores que impulsaban los primeros automóviles. Lo cierto es que estos eventos tenían más de exhibición que de competición. Se trataba, sobre todo, de un entretenimiento para las clases adineradas, las únicas que podían permitirse el lujo de adquirir un coche.
Inicios, con sello europeo
Una de las primeras carreras documentadas fue la bautizada como ‘Carrera de carruajes sin caballos’, organizada por el periodista Pierre Giffart en 1894 y en la que 21 participantes recorrieron el trayecto entre París y Rouen. Un año después, el conde Albert de Dion impulsaba la primera competición cronometrada, que haría el recorrido de 1.200 quilómetros París-Burdeos-París. El ganador fue Émile Levassor, que tardó 48 horas y 42 minutos subido en un automóvil Panhard et Levassor. Ese mismo año, el propio Dion fundaba el primer club automovilístico del mundo: el Automobile Club de France.
En Italia, la primera verdadera carrera se desarrolló el 1897 a lo largo de la costa del lago Maggiore, y a ésta le sucedieron una larga lista de competiciones en carretera, como la Targa Florio y el Giro de Sicilia, que no se detuvieron ni durante la segunda guerra mundial. Ya entrando en el siglo XX, el Club Automovilístico de Gran Bretaña organizó el Thousand Mile Trial, un evento en el que setenta vehículos completaron trece rutas que unían las principales ciudades del estado.
En 1903 tuvo lugar la carrera París-Madrid, que fue prohibida por el gobierno francés a mitad de trayecto debido a los numerosos accidentes que se estaban produciendo, entre ellos el que acabó con la vida del hermano del fundador de Renault. Esta competición supondría el inicio de las carreras en circuito cerrado, la alternativa que los organizadores encontraron ante las prohibiciones cada vez más frecuentes por parte de las autoridades a que transcurrieran en ciudad. Así, el primer circuito cerrado se inauguró en 1907 en Inglaterra y fue el de Brooklands.
Al otro lado del charco
Estados Unidos tuvo que esperar hasta 1904 para acoger el primer trofeo importante de automovilismo. Se trataba de la Copa Vanderbilt, que transcurrió por Nueva York y que fue impulsada por el millonario William Kissam Vanderbilt II con el objetivo de dar un impulso a la industria automovilística del país. En 1911, llegaría la primera edición de la que se convertiría en una de las carreras más importantes del mundo, las 500 Millas de Indianápolis. El ganador fue Ray Harroue, conduciendo un Marmon Wasp.
En América Latina, prefirieron las carreras más largas. La primera fue el Gran Premio del Norte, en 1940, que hizo el recorrido Buenos Aires-Lima-Buenos Aires, ganada por Juan Manuel Fangio al volante de un Chevrolet coupé. En 1948, se organizó el Gran Premio de la América del Sur, desde Buenos Aires a Caracas, y, en 1950, la Carrera Panamericana.
Grandes y peligrosos premios
La historia del automovilismo no sería la que es sin las carreras de Gran Premio, unas competiciones que empezaron como recorridos de pueblo en pueblo pero se convirtieron en verdaderas pruebas de resistencia para los vehículos y sus pilotos. Con largos circuitos formados por vías públicas temporalmente cerradas, estas carreras pusieron dramáticamente de manifiesto su peligrosidad con accidentes que causaron la muerte tanto a conductores como a asistentes.
El primer Gran Premio fue el de Le Mans, que nació en 1906 bajo el impulso del Club del Automóvil de Francia. Aquella edición, en la que los automóviles recorrieron 1.250 kilómetros en dos días, tuvo como ganador a Ferenc Szisz, quien conducía un Renault. Desde entonces, proliferaron este tipo de competiciones y, en 1950, la FIA propició que algunas de ellas se fusionaran para crear la Fórmula 1, con un Campeonato Mundial para pilotos.
Inicios del automovilismo
Fue precisamente en Le Mans donde se vivió, en 1955, el capítulo más trágico de la historia del automovilismo. Uno de los competidores perdió el control del automóvil y chocó contra la platea, causando la muerte a 83 personas. El automovilismo ha demostrado a lo largo de su historia ser el deporte más peligroso de todos. No obstante, se han hecho importantes esfuerzos para mejorar la seguridad y no hay que lamentar ninguna muerte en grandes competiciones desde el accidente que acabó con la vida del tricampeón mundial Ayrton Senna en 1994.
Asimismo, se ha hecho una gran inversión en mejoras técnicas para lograr proporcionar mayor velocidad a los automóviles y espectacularidad a las carreras. Llega la hora, pues, de preguntarnos si no toca ya centrar los esfuerzos en hacer compatibles estas competiciones con un mayor respeto por medio ambiente. Sin duda, la mejor forma de garantizar su viabilidad futura es que el automovilismo se transforme al ritmo de la evolución de las conciencias de la mayoría (y del agotamiento de los carburantes convencionales, claro). No deberíamos tardar mucho, entonces, en ver si hace frente a este apremiante reto.