Más de medio siglo tiene ya este icono de la libertad y de la movilidad individual, un ciclomotor que ha llegado a cualquier rincón del mundo pero cuya imagen nos remite inevitablemente a la bella Italia. Un emprendedor con visión de futuro y un ingeniero al que no le gustaban las motos están detrás de este genial invento que quería volver a poner en movimiento a un país sumido en la posguerra. Así es como nacía la Vespa.
Para entender su origen, debemos remontarnos a 1884, cuando Rinaldo Piaggio fundó un taller donde se trabajaba la madera para los barcos que sería la semilla de la marca de scooters más famosa del mundo. El negocio fue evolucionando y durante la primera guerra mundial se expandió gracias a la fabricación de aeroplanos e hidroaviones. La diversificación obligó a Piaggio a abrir dos nuevas plantas, una en Pisa y la otra en Pontedera (ciudad donde actualmente se encuentra el Museo Piaggio). Durante la segunda guerra mundial, las fábricas quedaron arrasadas. Era necesario transformarse para seguir adelante y fue Enrico Piaggio, hijo del fundador, quien decidió apostar por la movilidad ligera.
Apuesta rompedora y éxito sorprendente
Escogió al famoso ingeniero aeronáutico y diseñador Corradino d’Ascanio, que consideraba las motos incómodas, para que llevara a cabo un proyecto bajo las siguientes directrices: debía ser un vehículo simple, económico, fácil de conducir, con capacidad para llevar a un pasajero y con el que el conductor no se manchara la ropa. Y así fue como en el año 1944 nació la Vespa. Su nombre, según parece, procede de lo que exclamó Piaggio cuando la vio por primera vez: “¡Bello, sembra una vespa! (Bello, parece una avispa)”. En 1946 salen de Pontedera los primeros 15 ejemplares de este práctico utilitario de dos ruedas que, con a sus suave formas, emanaba elegancia. Aunque la respuesta inicial del público fue controvertida, puesto que fue percibida como un invento algo extravagante, se inició la producción de 2.000 unidades de la Vespa 98cc. En el primer anuncio, aparecía una mujer trabajadora conduciendo la moto, lo que en un país donde se acababa de lograr el voto femenino, resultaba toda una declaración de revolucionarias intenciones.
Al año siguiente, se presentó un nuevo modelo, la Vespa 125, y pronto quedó claro el buen ojo de Piaggio. En 1946 se vendieron 2.484 scooters, al año siguiente 10.535 y en 1948 se alcanzaron los 19.822. Empezaron a extenderse a otras partes del mundo tanto sus ventas como su fabricación y a principios de los 50 ya había 114 países que la comercializaban y 13 países que la fabricaban. Piaggio diversificó su gamma de modelos, con algunos tan míticos como la Vespa Sidecar. En 1967, cuando Italia aprobó una nueva legislación que obligaba a matricular los vehículos de dos ruedas de más de 50cc, la marca sacó la Vespa 50, que no los alcanzaba, con la que consiguió un gran éxito, especialmente entre los jóvenes.
Icono cultural intergeneracional
Sin duda, a la popularidad de la Vespa y a su imagen como sinónimo de libertad han contribuido de forma impagable sus apariciones en la literatura, la publicidad y, sobre todo, el cine, con películas de todas las épocas y registros. Audrey Hepburn y Gregory Peck se paseaban por la capital italiana en una Vespa blanca en Vacaciones en Roma (1953); en La dolce vitta (1960), la scooter se convertía en un símbolo del estilo de vida romano de la época; en Quadrophenia (1979) queda retratado cómo los jóvenes Mods la adoptaron (y modificaron) como elemento identificativo. Ya en obras más modernas, hemos visto a Jude Law conduciendo una Vespa por Manhatan en Alfie (2004), a Nicole Kidman escapando con ella de sus perseguidores a través de las calles de Nueva York en The interpreter (2005), y también a Tom Cruise circulando entre vespas en Misión Imposible 3 (2006).
Con el paso de los años, han visto la luz infinidad de versiones de la Vespa, pero sus líneas básicas y su esencia se han mantenido intactas. Por eso se ha convertido en un mito y en símbolo de un estilo de vida para muchas generaciones. No son pocos los turistas que visitan Italia y sucumben a la tentación de alquilar una Vespa para callejear por la Ciudad Eterna o para recorrer la Costa Amalfitana. Tanto para circular por las ciudades evitando los atascos como para perderse por carreteras secundarias y disfrutar de viajes de aventura, la Vespa se ha convertido en una entrañable compañía para muchos.