Si hubo un coche popular en la década de los 80, fue sin duda la réplica que Seat hizo del turinés Fiat Panda. Este utilitario se lanzó comercialmente bajo el eslogan “Seat Panda, amigo para todo” y, sin duda, amistades no le faltaron. La fórmula: un coche sin pretensiones, que sacrificaba los detalles para poder mantenerse al alcance de todos los bolsillos y muy versátil.
El Seat Panda veía la luz en 1980, ofreciendo inicialmente dos versiones, el Panda 35 y el Panda 45. El primero equipaba el mismo motor que el 850 y el 133, un 843 cc. de 34cv, mientras que el segundo lo heredaba del 127, un 903 cc. de 4 cilindros y 45 cv. Aparte de la diferencia en la motorización, el Panda 45 se presentaba como una versión mucho más equipada frente al sencillo 35 que incluía elementos tales como asientos delanteros con reposacabezas, cristales tintados, luneta térmica y salpicadero tapizado en tela en vez de plástico.
Con sus 680 Kg de peso, este utilitario alcanzaba, dependiendo de la versión, los 125 y 145 Km/h. Tenía 3 puertas y unas dimensiones de 3,38 m de longitud y una anchura de 1,46 m. Hoy nos gustará más o menos, pero la imagen del Panda rompió muchos esquemas. Su carrocería, tipo furgoneta, difería de la de la mayoría de hatchback de la época, gracias a la gran profusión de líneas rectas y ángulos. El ahorro de costes también se reflejó en elementos del diseño como, por ejemplo, en su económico parabrisas delantero plano.
Pese a que, como hemos dicho, el Panda se caracterizó por la escasez de detalles, sí quedebemos reconocerle el mérito de haber incorporado algunas soluciones, cuanto menos, originales. Es el caso de los asientos completamente reclinables, tanto traseros como delanteros, que permitían crear una cama que se extendía del salpicadero al portón trasero, por si el ocaso nos sorprendía lejos del hogar. Sí, eran otros tiempos…
Un divorcio con muchos hijos
Los caminos del Panda español y el italiano pronto se separaron, puesto que Fiat y Seat rompieron sus relaciones y ambos vehículos evolucionaron de manera independiente. La marca española tuvo que hacer un ligero rediseño del modelo para diferenciar su producto de los de la casa matriz, y así es como nacieron el Seat Bavaria, la nueva versión básica, y el Seat Marbella, un 45 renovado. Éste contaba con detalles como los faros antiniebla delanteros, nuevos asientos, pintura metalizada, nueva parrilla en plástico negro o ventanillas traseras practicables. Poco después y en edición limitada, se lanzaría el Montaña, que incorporaba un kit campero con paragolpes reforzados, protecciones de rejilla en los faros y una baca con cajón de plástico. Unos meses después, llegarían el Panda Terra, un pick-up con techo de lona desmontable y el Panda Techo-Practicable, un pseudo-descapotable.
El abanico de variantes para todos los gustos y necesidades seguro que fue un factor decisivo para que el Panda vendiera hasta 1986, cuando cesó su producción, más de 463.000 unidades. Su robustez, facilidad de mantenimiento y un precio más que asequible le valieron convertirse en el utilitario más popular de los 80. Una buena muestra de que un buen coche no necesita costar una millonada ni tener acabados de lujo para convertirse en un mito sobre ruedas.