¿Sudoración, palpitaciones, dolor de estómago, miedo…? Si esto es lo que sientes cuando te pones al volante, es probable que te encuentres entre ese tercio de la población española con carnet de conducir que se estima que padece Amaxofobia. La mayoría no saben que la tienen y, dicho así, puede que no sepan ni de qué hablamos. Se trata, nada más y nada menos, que de la fobia a conducir, una patología a la que, pese a ser habitual, se le da poca visibilidad y que a menudo se confunde con simple inseguridad.
Etimológicamente, Amaxofobia proviene del griego (amaxos significa ‘carro’ y fobia, ‘miedo’) y se define clínicamente como un trastorno de ansiedad causado por un miedo irracional a la exposición a la conducción. Cabe puntualizar que esta fobia se da en diferentes grados. En los casos más extremos (un 8 por ciento de la población), se manifiesta en verdaderos ataques de pánico, ansiedad y agitación en el momento de coger el volante, pero también en las horas o incluso días anteriores a iniciar el viaje. Hay personas que llegan a sentir una parálisis y a dejar de conducir, con las consecuencias a nivel social y profesional que esto pueda llegar a tener. Sin embargo, la mayoría de casos son más leves y se manifiestan con el miedo ante circunstancias específicas, como el nivel de luz, la densidad de tráfico, el tipo de vía o la climatología.
En el origen de este trastorno pueden hallarse experiencias traumáticas anteriores, como haber tenido un accidente de coche o que lo haya sufrido alguien de nuestro entorno cercano. Sin embargo, algunos expertos apuntan a que detrás de esto lo que se esconde es la falta de confianza en uno mismo. Destacan las marcadas diferencias entre géneros, siendo la proporción de mujeres que padecen amaxofobia el doble que la de los hombres. Entre éstos, es más habitual a medida que avanza su edad, ya que la merma de sus facultades físicas les genera mayor inseguridad.
Visibilidad y tratamientos
Incrementar la sensibilidad social y ayudar a que las personas reconozcan y asuman que padecen esta patología es el primer paso para superarla, puesto que existen tratamientos para recuperar la sensación de control sobre el vehículo que son efectivos en un 85 por ciento de los casos, según el Comisariado Europeo del Automóvil. Y la única fórmula posible es trabajar ese miedo, aunque resulte duro.
La técnica más utilizada es la cognitivo-conductual. Con ella, una vez se ha producido la toma de conciencia por parte del conductor y los psicólogos han analizado sus características específicas, se potencia su confianza y se le enseñan técnicas específicas para la conducción y estrategias para afrontar los problemas que puedan ir surgiendo. Finalmente, se lleva a cabo una exposición progresiva a la fobia. Se empieza por situaciones imaginarias o por situaciones reales de conducción pero en un contexto muy controlado y sencillo para ir añadiendo, poco a poco, complejidad. Hay que tener en cuenta que en este proceso se sucederán éxitos y fracasos, pero sin duda vale la pena intentarlo para poder recuperar el placer de la conducción.