Cuando nos hablan de coches del futuro, imágenes de autos voladores invaden nuestra mente, educada por varias generaciones de películas de ciencia ficción, que van desde Blade Runner a El quinto elemento. Sin embargo, parece que las innovaciones en cuanto a vehículos para las próximas décadas están motivadas por objetivos más terrenales. El agotamiento del carburante fósil, el calentamiento global y los todavía altos índices de muertes en carretera imponen como prioridades la sostenibilidad y la seguridad en las investigaciones que se están llevando a cabo en el sector.
Puede que los coches que vendrán no vuelen por las calles de la ciudad, pero sí que parece cada vez más claro que harán algo difícil de creer hace tan sólo unos años: conducirse sin (apenas) intervención humana. Los automóviles autónomos, otra de las proyecciones futuristas de novelistas y guionistas de cine, ya son una realidad, como lo demuestran los diversos prototipos que han creado y están probando varios fabricantes (entre ellos, Google). Se trata de coches en los que elementos como el volante o los pedales son sustituidos por un software inteligente que los dirige. Las pruebas en autovías despejadas han sido superadas con éxito, pero para que puedan circular por ciudad es necesario que incorporen sensores y cámaras que les permitan una comunicación con el entorno. Entonces, balizas, señales de tráfico, líneas viales y otros elementos enviarían información constante al ordenador del coche que, al procesarla, se comportaría de una manera u otra.
Cambio de paradigma
Teniendo en cuenta que el factor humano está presente en todos los accidentes, parece evidente que sustituyendo a las personas por la tecnología podría mejorar de forma clara la seguridad en la carretera. Sin embargo, la conducción autónoma plantea una transformación en la automoción que va mucha más allá, y por ello los fabricantes la contemplan como una realidad a largo plazo. Sería necesaria antes de su implantación una adaptación de las infraestructuras en ciudades y carreteras, así como cambios en la legislación y en el modo de funcionamiento actual de los seguros. En definitiva, el camino hacia la autoconducción se nos presenta aún con muchos escollos por superar.
Otra característica que hay que destacar de los coches del futuro es que ya no dependerán de los combustibles fósiles. Electricidad e hidrógeno parecen las dos formas de obtener energía que se van a imponer. Las investigaciones en este campo no se detienen, para lograr unos vehículos optimizados y atractivos, que ofrezcan prestaciones similares a los que utilizan carburantes convencionales. De hecho, ya ha salido algún modelo de eléctrico que supera en autonomía y confort a algunos deportivos movidos por gasolina.
Viajar y compartir
La innovación, sin embargo, no se detiene aquí. En el último Salón de Ginebra, la compañía francesa proveedora de la industria de la automoción AKKA Technolgies presentó un automóvil que, además de autónomo y eléctrico, era transformable en el interior. El Link&Go permite crear un espacio ergonómico en el que llevar a cabo actividades varias mientras el cerebro del coche guía su conducción. Pensado como transporte compartido, es posible retirar el volante y girar los asientos delanteros hacia atrás, creando un confortable habitáculo donde los pasajeros puedan interactuar o conectarse a Internet mediante su pantalla plana y usar las redes sociales para encontrar a otras personas con quién compartir el viaje.
Presentación del Link&Go en el Salón de Ginebra
Así pues, si parecía que la tecnología ya había invadido nuestros vehículos para mejorar la seguridad y hacernos más fácil su manejo, debemos hacernos ahora a la idea que la carrera por la innovación continúa a un ritmo vertiginoso. Veremos, no obstante, si la inteligencia artificial será capaz de apartar al ser humano del volante y la experiencia de la conducción.